Escuela virtual de Sabiduría de Pamplona.

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Salud y dolencias

Salud y dolencias

© Copyright Fernando Conde Torrens, el 16-6-2.014    162

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……….Hay dos ideas que están aflorando últimamente en el tema de la Salud, que podríamos presentar como axiomas. Salud y dolencias

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“El límite entre Salud y Enfermedad es una senda.

Senda que es tan ancha como el filo de una navaja.”

    “Si pasamos al otro lado, debemos retornar,

observándonos a nosotros mismos,

y haciendo lo opuesto a la agresión que nos dimos

para estropearnos.”

………. . Salud y dolencias

……….Axioma es una verdad tan simple y evidente que no necesita demostración. Y más vale, porque, precisamente por lo simple que es, demostrarlo suele resultar problemático. Felizmente, nuestros axiomas tienen demostración. Pero esa demostración deberá dársela el lector, tomándose como conejillo de Indias, practicando con su cuerpo, con su vida. Cuando haya alcanzado varios éxitos con dolencias que ha tenido, o tendrá, la evidencia saltará a la vista por sí sola. Y será entonces cuando la adoptará sin precisar otra demostración.

……….Tratemos de detallar. Pero antes digamos que hemos empleado la palabra “enfermedad” en el primer axioma para hacernos entender. Aquí defendemos que lo que se dice enfermedades … casi podríamos decir que no existen. Veamos cómo nos proporcionamos dolencias y cómo debemos sanarnos.

……….Estamos bien, nos sentimos sanos, hacemos vida normal. Nos lo parece. De hecho, estamos agrediendo a nuestro organismo varias veces, a diario. Pero esas agresiones son leves y el cuerpo las soporta sin rechistar. De hecho, el cuerpo se adapta a esos pequeños “pecadillos” que cometemos y sigue funcionando, aparentemente como si todo fuera perfectamente. Pero con alguna de esas agresiones inconscientes [pero reales], o con alguna nueva que nos inventamos, nos pasamos de la raya. Y entonces el organismo se queja. Y se queja en forma de molestia, de dolor. Por eso las llamamos dolencias.

……….El primer problema que tenemos es que, la mayoría de las veces, no relacionamos la dolencia sobrevenida con la agresión que la causó. Y seguimos agrediéndonos, y el dolor aumenta. Por fin, el dolor se vuelva insoportable para la vida cotidiana. Es la protesta aguda del organismo. Y vamos al médico. Y le explicamos lo que nos pasa, dónde nos duele.  

Sería ideal que el médico indagara, preguntándonos, las novedades que hemos aportado a nuestras vidas, para averiguar la causa de la dolencia. Pero tal vez esto sea pedir demasiado, dado el tiempo que tendría que pasarse con cada doliente.

……….Sería más honesto que el médico nos dijera que no tiene tiempo, o que no tiene costumbre, o que sus jefes no le permiten averiguar lo que nos ha originado el dolor, que eso lo debemos hacer nosotros, en nuestra casa, y dejar de hacer eso que hacemos, pero que no sabemos. Tal vez también sea pedir demasiado esperar tanta sinceridad.

……….Lo más posible es que el médico ponga cara seria, se pase la mano por el mentón y diga, tras una pausa: “Ya veo. Tiene Vd. XXXXX.” Las dos o tres palabras que forman el supuesto diagnóstico, el paciente jamás las había oído antes. Y se cree que es un diagnóstico. Está equivocado, no lo es. El supuesto diagnóstico consiste en expresar el síntoma principal, que el paciente acaba de decir al médico, en lenguaje médico, que sólo ellos comprenden, y que usa palabras en griego, para no ser entendido por el hombre de la calle.

Hablaré por experiencia propia. Hace muchos años, ya se ha explicado aquí, tuve inflamaciones  y unos picores insoportables allá donde me rozaba la ropa, el reloj, el cinturón, en la mejilla, al dormir de noche … Me diagnosticaron ”Urticaria Mecánica Tardía». Y me quedé conforme con el diagnóstico. Jamás lo había oído mencionar antes.

El médico de cabecera me recetó unas pastillas, Atarax, que son un antihistamínico. Suavizaban los picores, aunque no evitaban las inflamaciones. Seguí buscando la solución y, felizmente, un amigo médico me dijo: “Eso no es un diagnóstico.” Y me explicó el “método griego” de diagnosticar. Estuve tomando las pastillas varios años, hasta que un terapeuta macrobiótico, tras explicarle lo que me pasaba y preguntarme con detalle sobre mi  vida, me dijo que lo que tenía era stress. Él no lo llamó stress, lo llamó Posesión del Tiempo. En aquella época el stress se estaba investigando, pero no se conocía como enfermedad que originara dolores, ni urticarias.

Más recientemente, una persona conocida empezó a tener dolores insoportables en la espalda, no podía dormir ni con Paracetamol. Fue al médico y éste le diagnosticó: “Tiene Vd. Fibromialgia Retrospectiva” o algo así. Si le hubiera recetado comprarse un colchón blandito y dormir boca abajo, hubiera sido mejor. Pero le recetó corticoides, tan pocos como pudiera dormir sin dolor. Y ahí está mi amigo, tomando corticoides; eso sí, los menos posibles. Conozco más ejemplos, que omito.

Sigamos con el método propuesto para averiguar el origen de nuestras dolencias. Sépase que hay cuatro tipos de agresiones que podemos causarnos en la vida cotidiana; agresiones que nos van a pasar desapercibidas, y que, por lo tanto, nunca relacionaremos con el dolor que van a producirnos. Vamos a clasificarlas en los siguientes Grupos:

1. Agresiones físicas por contacto, más o menos instantáneo.

2. Agresiones físicas por movimiento repetido y anti-anatómico.

3. Agresiones físicas por inmersión larga en ambiente anti-natural.

4. Agresiones físicas por agresión emocional prolongada.

Hemos dado aquí ejemplos de agresión del Grupo 1. Y también del Grupo 2. Y también del Grupo 3. En el artículo que sigue detallaremos una agresión reciente del Grupo 4, aunque de ese tipo de agresiones emocionales, tipo disgusto, se habla en muchos artículos de esta Web.

Recientemente he sufrido una agresión del Grupo 2. El terapeuta al que acudo periódicamente, para hacer medicina preventiva, me dijo en la última visita. Noto cierta tensión en tus vértebras cervicales. Te vendría bien ir a un masajista; con unas pocas sesiones debería bastar.” Yo aún no notaba dolor alguno, ni molestia. Pero a las pocas semanas empezó la molestia, un como cansancio, un cosquilleo en donde me había dicho. No era dolor, simplemente “notaba” que tenía cervicales. Cuando antes no las notaba. “Vaya, – me dije – ya está aquí.

Pero en lugar de ir al masajista, al que nunca he ido, me propuse averiguar el origen, qué agresión le daba yo a mis cervicales sin darme cuenta. Y, claro, estando atento, apareció enseguida: Mi silla ante el ordenador se había bajado y ahora tenía que mirar hacia arriba para leer la pantalla. Bastaba esa postura, un poco forzada, del cuello para provocarme la tensión, primero, y la molestia, después. No llegó a dolor, no le dejé. Puse la silla en posición normal, más alta, y la molestia ha ido disminuyendo. La próxima vez que vaya al terapeuta le pediré que me diga cómo va la tensión en mis cervicales, en comparación con la vez anterior.

De una agresión del Grupo 4 y de su curación hablaremos en el próximo artículo.

Ahora hablemos del no darnos cuenta. Ahí está el error fatal en que caemos: No ser conscientes de qué agresión auto-infringida nos causa el dolor, la dolencia. Y como no la localizamos, porque nadie nos dice que ahí está el origen y no somos Doctores en Medicina, nos seguimos agrediendo. Y la dolencia va a más, y necesitamos calmantes para dormir, y luego medicinas más fuertes. Hasta que nos tengan que cortar el órgano para evitar el dolor. Cosa problemática en el caso de las cervicales.  

Dentro de las agresiones del Grupo 4, del tipo emocional, o disgusto, hay una agresión, moderna donde las haya, tremendamente extendida, casi universal, que causa las afecciones más raras, más variadas, y que reciben los nombres más inesperados: Es el stress. Es lo que yo tuve antes de que se inventara como dolencia psicosomática. ¿Quién, hoy en día, se ve completamente libre del stress? El maldito stress, muchas veces inducido por el exterior, causado otras veces por nuestra falta de control mental, va a atacar, o va a manifestarse, en una dolencia insoportable en cualquiera de los órganos que tenemos como “puntos débiles”. El órgano afectado será tanto más interno cuantos más estragos haya hecho el stress en nuestro cuerpo. Por tanto, mi dermatitis, dolencia de la piel, era de lo menos grave que hay. Y aún así era inaguantable.

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De modo que podemos apuntar un protocolo para que el lector pueda reflexionar sobre su caso. Lo dividiremos en etapas.

Etapa 1: Estando bien, el sujeto siente una molestia. Molestia que va a más. Decide ir al médico.

Etapa 2: El médico escucha sus quejas y pronuncia un “diagnóstico griego”, con palabras que al paciente le suenan nuevas y extrañas. Eso le da moral; lo suyo es algo inaudito, nunca oído.

Etapa 3: El médico  extiende una o más recetas con productos de la Industria Farmacéutica. Productos que no le curarán, pero que aliviarán su dolor. El doliente confunde “sentir dolor” con “estar mal”. Si se le pasa el dolor, es que ya está bien de nuevo.

Etapa 4: Como no se evita, ni se corta, el origen del mal – porque nadie le presta atención, como si no existiera – la agresión se convierte en habitual, típica, y la dolencia pasa a ser crónica. La Industria Farmacéutica medra, porque todos nos agredimos y nadie nos cura.

Etapa 5: Los familiares, sobre todo si el doliente tiene más de 40 años, lo achacan a la edad, adobando con bromas la falsa atribución.

Etapa 6.: Conforme pasan los meses, le resulta más difícil al doliente ligar la agresión con la dolencia, cuyo inicio se remonta ya al origen de los tiempos.

Nunca es tarde, sin embargo, para iniciar este otro protocolo:

Etapa 1: Hacer un pequeño esfuerzo mental para comprobar si la agresión es de alguno de los tres primeros Grupos arriba citados. En tal caso, todavía repetirá la agresión, que debe ligar al órgano afectado. Localizada la agresión, es elemental dejar de agredirse. El cuerpo se  cura solo.

Etapa 2: Si se ha seguido la Etapa anterior sin resultado positivo y/o si la dolencia es más interna, sospechar que se trata de una del Grupo 4.

Etapa 3: Ver si es posible descartar el stress como causa de la dolencia. Si hay una dosis importante de stress en su vida y/o aumentó sensiblemente unos pocos meses antes de iniciarse la dolencia, ya tiene la raíz. Una cosa es tener mucho trabajo y otra cosa es agobiarse mentalmente por ello. La cura viene con control mental, eliminado el agobio, la preocupación.

Etapa 4. Si tampoco es stress, porque el lector vive en el más feliz de los mundos, revísese a ver si se tuvo un disgusto serio, singular, un suceso adverso, inesperado y vivido en soledad, ante el que el sujeto “se rindió” pocas semanas antes del inicio de la dolencia. Si así fuera, está ante una agresión emocional fruto de un disgusto.

No importa el grado de afectación en que esté. Es decir, no importa lo grave que uno esté. Nunca importa. Si el organismo ha aguantado hasta ahora, va a poder seguir aguantando, y mejorando incluso, hasta curarse, si cesa la agresión. Para ello es vital localizar la emoción agresiva y, comprenderla, quitarle importancia, desecharla, superarla. Para localizarla, le ayudará leer los artículos de esta Web que tratan sobre la Salud, empezando por éste.  

Y más le ayudará todavía, y es lo que debe hacer acto seguido, localizar un terapeuta, o Doctor en Medicina, con prestigio y resultados consolidados, que diagnostique de acuerdo con este tipo de criterios y no en griego. Que se interese e indague, dedicando el tiempo necesario, sobre el origen de la dolencia. Y que aplique remedios naturales, no farmacéuticos.

Privado, por supuesto.                                                           . Salud y dolencias


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……….Fernando Conde Torrens es autor de «Simón, opera magna», «El Grupo de Jerusalén»,  «La Salud», recientemente «Año 303. Inventan el Cristianismo» y una serie de artículos sobre el mundo de las ideas. En  https://sofiaoriginals.com/ expone los resultados de sus investigaciones sobre la eterna búsqueda del ser humano.

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