Escuela virtual de Sabiduría de Pamplona.

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Mentales y sentimentales

……….En esta serie, Mentales y sentimentales, que al menos constará de 3 artículos, expondremos características de funcionamiento de diferentes buscadores. Al lector le toca situarse en el escenario, reconociendo qué de lo que aquí se diga le atañe, reflexionar y caminar hacia el centro, si así lo ve conveniente.

……….En este primer artículo trataremos de dibujar un arquetipo extremo, el humano que, generaciones atrás, sólo usaba un hemisferio. Eso, como hemos de ver, era perjudicial, para la Salud y para la Felicidad. En los siguientes artículos veremos casos más equilibrados, como los que ya se dan en la actualidad. Nadie vea nada peyorativo hacia nadie en lo que diremos. Esto está escrito con afecto, cierto sentido del humor y generalizando un poco.

……….Quizás muchos pensemos que todos los humanos, bípedos y pensantes, caminamos de igual  forma y pensamos de la misma manera, con el mismo cerebro. No es así, según parece deducirse de los últimos hallazgos.

……….Es sabido que en el hemisferio cerebral derecho está la sede de las emociones, de la intuición, de la creatividad, de la imaginación, de la síntesis, de lo subjetivo, mientras que en el hemisferio izquierdo se sitúa la sede de la lógica, de la deducción, del análisis, de lo objetivo. Y es sabido que la mayoría de las mujeres trabajaban preferentemente con el hemisferio derecho, mientras la mayoría de los hombres lo hacían con el izquierdo.

Podríamos preguntarnos por la razón de que esto sea así. Y tal vez habría que remontarse a los tiempos primitivos, cuando, en condiciones climáticas adversas el humano tuvo que refugiarse en las cavernas y salir los varones a cazar animales mayores que el propio hombre. El cuándo y el cómo cazar marcaban la diferencia  entre subsistir o perecer. Y eso es posible que agudizase las capacidades de los varones cazadores para resolver el problema de cómo asegurar la subsistencia de su prole. Mientras tanto, las hembras quedaban en la cueva, haciendo trabajos domésticos relacionados con la subsistencia, cuidando y dando cariño a los más pequeños. Siglos y siglos de repetir pautas diferentes terminaron por dotarlos de habilidades diferentes. No ocurre esto entre todos los animales.

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Mentales y sentimentales

      Mentales y sentimentales

. . Mentales y sentimentales

Ahora ya no hay que cazar bisontes, pero el trabajo de conformación cerebral ya está hecho y somos no sólo diferentes, sino complementarios. Pero no corramos tanto. Durante siglos, “ellos” han hecho prevalecer de manera abusiva su fuerza sobre “ellas”. Y han minusvalorado indebidamente las formas de actuar de “ellas”, entre otras el uso del hemisferio característico. Y han dado en pensar que la lógica del hemisferio macho era más valiosa que la intuición del hemisferio hembra. Y han dado un excesivo valor al “intelecto” masculino en contra del “sentimiento” femenino. Y decir de alguien que era un “sentimental” se convirtió en un calificativo peyorativo.

Por eso aquí nos daba cierto reparo dividir a los buscadores en mentales y sentimentales, que operan predominantemente con el hemisferio izquierdo (los mentales) o con el derecho (los sentimentales). En adelante no será así, porque hemos de ver que ambos hemisferios son necesarios para la Evolución.

Esta diversidad de formas de tratar la información que la vida nos presenta entre los sujetos de ambos sexos está en la base, defendemos, de esa incomprensión que aparece con frecuencia entre “ellos” y “ellas”. Porque “él” analiza los hechos, los separa, diferencia entre causa y efecto, deduce reglas, llega a la solución (su solución) y decide cómo actuar. Mientras que “ella” no opera así, sino que abarca todos los hechos al mismo tiempo, deja que opere la intuición y de forma instantánea llega a una postura, a una determinación, a un criterio.

“Él” tiene en cuenta el tiempo en su forma de pensar. “Ella”, no. “Él” emplea la lógica. “Ella”, la intuición. “Él” puede ser frío y actuar convencido de lo adecuado de sus deducciones. “Ella” no puede desprenderse de las emociones al pensar y al actuar.

Esta forma diferente de pensar y actuar está, posiblemente, en la raíz de que “ellos” y ”ellas” se sienten separados en la mesa de un banquete, o cuando salen a pasear dos parejas, porque cada grupo habla de los temas que le son afines y con personas que “son” como ellos. Y que “ellas” sean impuntuales, mientras “ellos” dan importancia al tiempo. Y que a “ellas” les desborden sus sentimientos y surja el llanto con frecuencia. Y que esté mal visto, por parte de “ellos”, que un hombre llore, mientras que tal eventualidad a “ellas” les encanta.

Esta idiosincrasia excluyente hacía que casi nunca “ellos”, por más que lo hubieran pedido, tuvieran una respuesta directa a la pregunta que habían hecho. Por ejemplo, si “él” preguntaba “¿Hay pechugas de pollo de ración?”, casi nunca la respuesta de “ella” era un “Sí” o un “No”, sino más bien un “¿Qué pasa, es que hoy ya no te apetecen?” o un menos inquisitivo “¿Por qué lo dices?” Porque en el
cerebro de “ella” lo primero que se formaba es una duda sobre qué habría sentido él para haber hecho aquella pregunta. Y su respuesta respondía a esa duda. Lo que hubiera de ración pasaba a un segundo plano.

De modo que tantos “ellos” como “ellas” daban – y es posible que sigan dando, en algunos casos – por hecho que el otro actuaba con sus mismos parámetros, con su misma mente. Y respondía con su propio hemisferio, en su misma clave. Sin ser conscientes de que el otro operaba con una visión, con un perspectiva, diametralmente opuesta. De ahí las incomprensiones tan frecuentes.

De ahí esa sensación de estar tratando con un extra-terrestre, que a veces invadía a “ellos” y a “ellas”, cuando se discutía en el matrimonio. Porque esa forma de discutir, de plantear las razones en que se apoyaban unos y otras, eran diferentes. Ellos necesitaban tiempo para encontrar sus argumentos. Ellas saltaban con la respuesta de inmediato, porque no deducían, la sentían. Y eso era inmediato.

Ante tal situación, ¿qué hacer? Como ya decía Buda, ir hacia el centro. Allá está no sólo la virtud, sino, incluso, la Sabiduría. Y eso es lo que, tal vez sin darnos cuenta, pero felizmente, hemos hecho en estas dos últimas generaciones

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………. Debiéramos no ser ajenos a la manera de trabajar del hemisferio que manejamos menos, el que maneja nuestra pareja con más facilidad. Es decir, al menos, debemos conocer esa manera diferente de razonar, de pensar y de actuar de nuestra pareja y actuar nosotros con pleno conocimiento de esa realidad. No cabe esperar que el otro se pase a nuestro bando. No puede. No se lo permite su hemisferio tal vez aún predominante. Somos nosotros, como buscadores, los que debemos entender, aceptar y comprender esa su forma de proceder y reaccionar en consecuencia.

Porque son formas de operar distintas, no cabe pedir que la pareja razone como lo hacemos nosotros, con nuestro hemisferio predominante. Un mental no puede esperar convencer a una sentimental con argumentos lógicos. Ni debe extrañarse de que el sentimental no responda a ninguno de sus argumentos. Está en otra onda. En esa discusión el mental defiende su postura con argumentos y el sentimental responde con los sentimientos que se provocan en su interior la oposición que capta en el otro.

¿Qué hacer, entonces? Terminar la discusión. Retirarse ambos en silencio, sin estallidos que alarguen el efecto perturbador de la discusión. Y eclipsarse, desaparecer del mundo de la pareja, de manera suave, sin portazos. Dejar que pase el tiempo y que el ambiente caldeado de la pareja se aquiete. Volver a sacar el tema, por parte de cualquiera de los dos, sería un error fatal. Anularía el efecto positivo de la tregua.

Va a llegar un momento en que el sentimental se sienta incómodo con su disgusto. Y entonces se dejará inundar de emociones contrarias. Esa capacidad de cambiar de emociones con cierta facilidad se llama labilidad. Los sentimentales tienen más acceso a la labilidad que los mentales, que rumian, por ignorancia, su rencor más tiempo. Cuando ese cambio se produzca y aparezca uno sonriente, como si nada hubiera pasado, adoptar el mismo aire y pasar página. Así se amolda uno a las buenas cualidades del otro. Porque la  labilidad en una buena cualidad y el rencor, un fallo.

Ser consciente en el día a día de la diferente manera de ser que tienen los predominantemente mentales y predominantemente sentimentales ayuda considerablemente a no tomarse a la tremenda las diferencias que van a darse en su manera de reaccionar ante diferentes contratiempos. Entenderemos los comportamientos de la pareja y veremos que responden a estas realidades. Y aceptaremos que las cosas no pueden ser de otro modo, flexibilizando nuestros comportamientos.

Tal vez sea demasiado pedir que empecemos a compensar una operativa basada muy exclusivamente en nuestro hemisferio de siempre, con ánimo de evolucionar. Que tomemos conciencia de que debemos ser ambidextros, de que pondremos en práctica mejor nuestras aptitudes si usamos toda la masa cerebral, y no la mitad al 100% y la otra mitad al … 10%. Pero, de momento, bástenos aceptar que nuestra pareja es complementaria a nosotros. Y actuar en consecuencia, claro.

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Siguiente artículo: Mentales y sentimentales 2.

……….. Mentales y sentimentales

……….Fernando Conde Torrens es autor de «Simón, opera magna», «El Grupo de Jerusalén»,  «La Salud», recientemente «Año 303. Inventan el Cristianismo» y una serie de artículos sobre el mundo de las ideas. En  https://sofiaoriginals.com/ expone los resultados de sus investigaciones sobre la eterna búsqueda del ser humano.

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